El K-Pop, ‘Squid Game’, el Oscar y el Nobel, el éxito de la cultura surcoreana
El Nobel de Literatura a Han Kang es la última prueba de la potencia de la cultura coreana, que desde hace dos décadas no para de apabullar a Occidente con sus novedosas apuestas: el K-Pop, series como Squid Game o películas como Parásitos, que se llevó nada menos que cuatro Oscar en 2020.
Conocida principalmente por The Vegetarian, por el que se llevó el International Booker Prize en 2017 -diez años después de su publicación en Corea- Han Kang es un claro ejemplo de la mezcla de estilos que ha impulsado la internacionalización de la cultura coreana en todas sus manifestaciones.
La escritora, que es la primera surcoreana en conseguir el Nobel, es la heredera de una literatura llena de huellas del dolor producido por las desgarres sufridos a lo largo del siglo XX y a la vez deudora de una tradición milenaria.
Una tradición representada por nombres como los de Ko Un -que escribió poemas de protesta contra la dominación japonesa (1910-1945), la guerra de Corea o la dictadura militar entre 1961 y 1993-, Kim Chi-Ha -con una obra muy comprometida políticamente- o Hwang Sok-Yong, para quien el realismo era una obligación.
Pero tras esa generación que sentó las bases de la literatura contemporánea coreana, surgieron otros escritores cono Kim Cho-yeop, centrada en las historias fantásticas, Cho Nam-joo, cuya Kim Ji-young, nacida en 1982 abrió en 2016 el debate sobre las desigualdades de género o Han, que deslumbró con The Vegetarian con un moderno e inquietante estilo.
Un estilo literario que casa a la perfección con la imagen que se tiene mundialmente de Corea del Sur como un país que va por delante del resto en muchos ámbitos, incluida la cultura.
La primera señal de que la importancia de la cultura surcoreana excedía sus fronteras llegó con el fenómeno del K-Pop -abreviatura de música pop coreana-, un producto muy estudiado a medio camino entre la música y la estética, que es justamente su característica más reconocible.
Canciones sencillas y pegadizas con una fuerte apuesta visual mediante espectaculares coreografías que han generado estrellas como el grupo BTS, Blackpink o Twice, algunos de los nombres de un movimiento que surgió a principios de los noventa por la fusión de la música popular coreana con las influencias de la industria estadounidense, que conquistó rápidamente a la generación z.
Aunque el aparentemente perfecto mundo del K-Pop también tiene un lado oscuro, con el suicidio de artistas como Moonbin (del grupo Astro), Jonghyun (Shynee) o Goo Hara (Kara) por la altísima presión que sufren.